Hay temas más importantes que cómo las mujeres envejecen y la pinta que tienen". Lo ha dicho Meg Ryan para la revista Net a Porter y la red se ha preguntado hasta qué punto está legitimada para decir eso una actriz que luce en su rostro las secuelas de varias cirugías plásticas reparadoras, hasta el punto de que muchos analistas de Hollywood afirman que esa es la causa de que su carrera se haya venido abajo.
"Me encanta mi edad. Me encanta mi vida y me encanta todo lo que he aprendido", añadió la actriz a la publicación de moda. Todo esto fue cuando promocionaba Ithaca, su debut como directora, tal vez tras aceptar que su carrera como actriz no daba mucho más de sí. Pero lamentablemente Ithaca tampoco parece haberla salvado del limbo al que Hollywood la ha condenado: la película ha recibido malas críticas y únicamente se ha estrenado en algún festival estadounidense de forma discreta, pese a contar con estrellas como Tom Hanks en el reparto.
Si usted tiene más de 30 recordará un tiempo en el que Meg Ryan era la reina de la taquilla y una de las actrices mejor pagadas de Hollywood. Cuando Harry encontró a Sally (1989) fue el disparadero para la carrera de una actriz con un talento gigantesco para la comedia y que siempre podrá decir a su favor que nunca intentó renegar de él, que no fue de esas que se entregó sin pudor al drama para intentar demostrar al mundo que ella era otra cosa. Como si la comedia fuese una cosa baja, de payasos o aficionados. Se diría que a Meg le gustaba ser lo que era: la vecina de al lado en las mejores comedias románticas de su época. Sin más.
Su ristra de éxitos en este género demuestran que algo puede ser completamente canónico y previsible y funcionar a la vez. Algo para recordar (1993), French Kiss (1994), Adictos al amor (1997) y Tienes un e-mail (1998) hicieron de su persona/personaje, la de buena chica americana que intenta pensar con la cabeza pero siempre acaba metiendo la pata por seguir los dictados de su corazón, un valor seguro en taquilla.
Mientras Julia Roberts tenía fama de intratable y tomaba decisiones extrañas en su carrera y Michelle Pfeiffer se mostraba demasiado selectiva con sus proyectos, Ryan parecía sentirse comodísima en su papel de valor seguro para la taquilla. Sí, también se tomaba sus pequeños riesgos. A veces le salían bien: estuvo muy bien como la novia de Jim Morrison eh The Doors y como entrañable loca que se enamora del médico del rey Carlos II de Inglaterra en Restauración. Otras veces le salía peor: vista hoy, el drama alcohólico Cuando un hombre ama a una mujer no pasaría de telefilm de sábado. Pero al final siempre volvía a interpretar a la buena chica rubia americana que se enamoraba en el primer acto, se pasaba el segundo negándolo y acababa aceptando su destino en el tercero.
EL FIN DEL ROMANCE
La sensación era que Meg Ryan no había engañado a su marido, sino a Estados Unidos. Traición a la patria. La novia de América fornicando con un australiano.
¿Y qué pasó entonces en el año 2000? En el año 2000 Meg Ryan lo intentó de nuevo con un drama, Prueba de vida. Todo apuntaba hacia la gloria: el director era Taylor Hackford y su compañero de reparto Russell Crowe, recién salido del megaéxito Gladiator. Pero durante la película surgió la chispa. Crowe y Ryan iniciaron un romance que provocó que ella se divorciase de su marido Dennis Quaid al año siguiente. Quaid y Ryan formaban una de las parejas más estables y queridas de Hollywood. El desliz adúltero, diseminado por la prensa de todo el mundo, ensombreció la trama de la película y no pareció servir tan siquiera como buena promoción. Fue un fracaso en todos los países en los que se estrenó.
La sensación era que Meg Ryan no había engañado a su marido, sino a Estados Unidos. Traición a la patria. La novia de América fornicando con un australiano. Tal era la sed de venganza que había hacia ella que cuando la relación con Russell Crowe terminó, muchos medios celebraron el rumor de que él la había dejado. Ella tardó ocho años en revelar que fue al revés: que ella había dejado a Crowe. Pero el daño estaba hecho. Ni los intentos de la distribuidora Warner para rebajar durante la promoción el romance de los personajes en la ficción sirvieron para calmar los ánimos.
En 2001 Ryan intentó volver a lo suyo con una comedia romántica. Kate & Leopold tenía romance, viajes en el tiempo y a Hugh Jackman, que se acababa de convertir en una estrella gracias a X-Men. Pero los americanos no compraron. Meg Ryan era algo así como una zorra y nadie estaba dispuesto a olvidar. La conclusión es que la fama es cruel y caprichosa, y el público rencoroso y paleto. Meg aprovechó que ya no tenia demasiado que perder para hacer una película arriesgada que es, de paso, la mejor interpretación de su carrera. Se trata del thriller erótico En carne viva (2003), de Jane Campion, donde hay escenas de sexo explícito (no con Ryan en ellas) y un desnudo frontal de la actriz. La película estaba bien y el reparto estaba bien (la acompañaban Mark Ruffalo y Jennifer Jason Leigh), pero Meg ya no interesaba a nadie.
¿Y después? La nada. Películas directas a vídeo o comedias románticas intrascendentes, con un pequeño espacio para la gloria con Entre mujeres, en la que tuvo un papel secundario que le valió buenas críticas pero no la devolvió a la fama. Estas son sus últimas películas: Contra las cuerdas, The deal, Mi novio es un ladrón y Atrapado por amor. ¿Le suenan de algo? Pues eso.
No se sabe si Prueba de vida ha tenido toda la culpa. Es probable que la carrera de Meg Ryan hubiese muerto igual por un motivo casi más triste que por el ajusticiamiento moral de esa turba furiosa llamada el gran público. Es posible que en una industria como la de Hollywood y en un momento como este la chica inocente, la novia de América, la vecina de al lado, no hubiese tenido una sola oportunidad tras cumplir los cuarenta. Curiosamente los cumplió justo después del fracaso de Prueba de vida y de su divorcio.
Lo que le ha pasado a su rostro es harina de otro costal. Puede tener algo que ver con todo esto que hemos contado o puede que no. Puede ser culpa de su cirujano, de ella misma o de las exigencias del público, o puede que no. Puede que Meg Ryan vuelva a tener éxito en el cine algún día como actriz o puede que no. Bueno, en realidad seguro que no. Así funcionan las cosas.
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