Es conocido que hay muchos animales que se embriagan o drogan, así que naturalmente tampoco podían faltar los animales que usan los elementos de la naturaleza para curarse, sobrellevar patologías o hasta prevenirlas. Esta automedicación en el mundo natural se denomina zoofarmacognosia.
En 1987, el bioquímico Eloy Rodríguez propuso esta palabra (del griego zoom, ‘animal’; phármakon, ‘veneno, droga’ y gnosis, ‘conocimiento’) para referirse a una práctica identificada desde hace siglos en distintas especies. A continuación algunos de los animales que llevan a cabo estas estrategias (todas presuntamente, porque en algunos casos no se sabe a ciencia cierta si las llevan a cabo para obtener tales beneficios o no):
Los chimpancés, para controlar los parásitos intestinales que causan infecciones, ingieren las hojas amargas de Vernonia amygdalina, un pequeño árbol. Para repeler los mosquitos, el capuchino de las selvas de Sudamérica se frota el cuerpo con unas arañas que contienen sustancias como la benzoquinona.
Si abandonar los monos, las hembras del mono marroquí también son grandes practicantes de la zoofarmacognosia, tal y como explica Cristina García-Tornel en su libro Compendio general e innecesario de Cosas que nunca pensó que le fueran a importar:
Las hembras controlan su fertilidad con plantas. Tras parir, estas habitantes de la selva atlántica de Brasil empiezan a ingerir hojas de dos plantas distintas ricas en isoflavonoides, compuestos similares a los estrógenos, para evitar quedarse embarazadas y cuidar de la prole. Acabado este cometido, cambian de menú para decantarse por los frutos de las llamadas orejas de mono, que contienen un precursor de la progesterona u hormona del embarazo.
En el caso del estornino, éste gusta de picotear zanahorias salvajes para curarse enfermedades de la piel. El oso de Kodiak, que habita Alaska, mastica hierba de oso, Ligusticum porteri, para fabricarse una crema antiparasitaria que se extiende por el cuerpo.
En cuanto a elefantes, las embarazadas del elefante africano ingieren el arbusto Cordia goetzei para provocarse las contracciones uterinas. Por su parte, el elefante asiático, antes de ponerse a recorrer grandes distancias, come Entada schefferi, una leguminosa rica en principios que alivian el dolor e incremental la resistencia física.
Y el erizo:
Acosado por pulgas, garrapatas y otros parásitos, este mamífero tachonado de púas mastica una mezcla de hierbaluisa y menta hasta transformarla en un mejunje que usa a modo de loción. Su fuerte olor aleja a cualquier indeseable que quiera chuparle la sangre.
También se han observado a jabalís y mangostas ingerir raíces Rauwolfia serpentina, una de las 50 hierbas fundamentales usadas en la medicina tradicional china como antídoto contra el veneno de serpientes. El conocimiento de esta hierba se recoge en un texto sánscrito de 3000 años de antigüedad. Parece que las mangostas se alimentan de esta planta antes de ir a cazar cobras. Debió de ser el conocimiento de esta conducta la que probablemente indujo a incluir a la Rauwolfia en la farmacopea ayurvédica y otras antiguas farmacopeas de la India.
Xataka Ciencia
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