viernes, 6 de febrero de 2015

Perdido en orgías cuánticas


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He decidido dedicar unas líneas a un tema que últimamente me tiene subyugado. La temática en cuestión es la del abuso de la palabra «cuántica» o «cuántico».  Muchos han encontrado en ella el argumento perfecto para tomarnos el pelo, y entiéndase aquí —tomar el pelo— por sacarnos el dinero.
A veces, la cosa es banal como lo que nos va a ocupar hoy. Otras veces es más preocupante, como la medicina cuántica. Sí, hay quienes van por ahí hablando de energías vitales, de conexión entrelazada con todo el universo, de que nos podemos curar si le ponemos las suficientes ganas porque la cuántica lo permite y demás chorradas, peligrosas, que se os ocurran. Si sirve de algo, mi consejo es que si uno quiere curarse de algo debe ir al médico, y si quiere resolver la ecuación de Dirac para el hidrógeno debe recurrir a un físico cuántico.
Hay que reconocer que los nuevos brujos, timadores en castellano antiguo, recurren a palabras grandilocuentes y robadas de la física cuántica para embaucar al más pintado. Nadie está a salvo de estos engaños si no tiene una formación, o posee una información, adecuada al respecto.
Pero bueno, lo que me trae hoy aquí es el sexo cuántico. ¿No te lo crees? Pincha en el enlace. No me lo he leído. Tampoco pienso hacerlo. Pero me ha dado un motivo excelente para abrir este rincón internáutico.  Así que voy a dar unas pinceladas sobre física cuántica y su aplicación al sexo.
 Sección: Orgías cuánticas
Por doquier podemos leer que el secreto de la cuántica reside en el experimento de la doble rendija. La clave de este experimento contiene todas las maravillas de la cuántica que luego se presentan en múltiples y variados fenómenos. En física se acostumbra a dividir el mundo entre lo clásico y lo cuántico. Lo clásico, como podréis imaginar, es todo aquello que no se rige por las leyes de la física cuántica.
Antes de entrar en el tema que nos ocupa daremos unas breves pinceladas sobre la cuántica. Cuando tenemos una partícula cuántica, por ejemplo un electrón, y lo lanzamos hacia una pantalla interponiendo en su camino una barrera con dos rendijas, al final detectamos la partícula en unas regiones y en otras no. Este fenómeno es justo el que tienen las ondas,  es debido a que dichas ondas son capaces de interferir, es decir, en unos puntos sus efectos se suman y en otros puntos sus efectos se cancelan. Por lo tanto en la pantalla tendremos un patrón donde encontraremos zonas donde las ondas se refuerzan y en otras se eliminan, esto nos da un patrón de zonas de alta intensidad y otras sin intensidad alguna.
Pues ya está, los electrones son como ondas dado que tienen ese patrón de interferencia al pasar por dos rendijas.
Pero las cosas casi nunca son tan simples. En la pantalla lo que vemos, en el caso de lanzar electrones de uno en uno, son colisiones individuales. En el punto en el que ha colisionado el electrón aparece una señal precisa. Es decir, en la colisión los electrones se comportan como partículas. Y aquí tenemos el gran problema, los electrones llegan a la pantalla colisionando como partículas pero solo colisionan en las regiones en las que lo harían si se comportaran como ondas. Cuando vamos lanzando electrones de uno en uno, al final obtenemos un patrón de interferencia. Esta es, pedestremente explicada, la dualidad onda-partícula. Por lo tanto, en cuántica las cosas no son ondas ni son partículas, pero se comportan como una cosa u otra en función de cómo las observemos.
Aún hay más. Para que los electrones formen el patrón de interferencia en colisiones sucesivas tenemos que desconocer absolutamente por cuál de las rendijas ha pasado. De hecho, para tener dicho patrón tenemos que aceptar, porque así lo dicen las fórmulas y los experimentos, que el electrón ha pasado por las dos rendijas a la vez. Si nos empeñamos en saber por qué rendija ha pasado el electrón (lo forzamos a que nos responda como partícula) el patrón de interferencia se pierde en la pantalla, y lo que obtenemos es el patrón de colisiones que dejarían partículas que han pasado por una u otra rendija. Si te has quedado con ganas de un tratamiento más profundo del tema pincha aquí.
¿Cómo sería el sexo si nosotros nos comportásemos de esa forma cuántica? Pues evidentemente sería divertidísimo. Si un sujeto tuviera la suerte de estar en un trío con dos compañeros de disfrute y tuviera a bien vendarles los ojos antes de disponerlos para la acometida del amor, literalmente podría penetrarlos simultáneamente (doble rendija). Pero si durante el proceso experimental uno de los participantes se despojara de su vendaje ocular para hacer una medida experimental sobre el sujeto de interés vería que o está teniendo solaz con uno u otro participante del experimento, pero no con ambos.
Si vas a participar en una orgía cuántica y quieres optimizar tu tiempo, véndale los ojos a todo el mundo. Ya sabes, nunca hay suficientes rendijas para pasar por todas ellas a la vez.
Sería algo así …
Sección: Infidelidad cuántica – Posibilidad de escape
Si acostumbras a ir en contra de la monogamia y obtienes disfrute del fornicio y el tercero en discordia aparece en el momento menos oportuno olvídate del anticuado recurso del armario. Confía en la cuántica y atraviesa la pared. Sí, repito, atraviesa la pared.  Suerte.
El secreto para esto reside en el efecto túnel cuántico. Cuando una partícula tiene que saltar una barrera de energía no puede hacerlo si no tiene ella misma mayor energía que la necesaria para realizar el salto. Pero eso es en el mundo clásico, no cuántico, cotidiano. En cuántica hemos aprendido que en ocasiones hay partículas (cuánticas) que son capaces de atravesar barreras de energías mayores que las que ellas poseen. El fundamento de esto está en que en cuántica una partícula puede tomar prestada energía siempre que la devuelva rápidamente. Uno no puede determinar la energía exacta de una partícula de forma instantánea, por lo tanto, en lo que tardamos en determinar la energía de una partícula esta puede tener cualquier valor. Esto implica que una partícula puede obtener una gran cantidad de energía si la devuelve en un tiempo menor del que tardaríamos en medir dicha energía. Aunque esto parezca extraño, y ciertamente lo es, es el origen del efecto túnel cuántico con el que construimos microscopios, se dan ciertos fenómenos de radioactividad y funcionan nuestros empalmes de cables de cobre cuando hacemos una chapuza con una lámpara con los cables pelados.
El efecto túnel es en términos formales la probabilidad de que una partícula supere una barrera energética. Esta probabilidad aumenta cuanto menor masa tiene una partícula y cuanto más estrecha es la barrera a atravesar.
Así pues, si en una de estas te pillan en una cama ajena y quieres escapar por efecto túnel porque te van a pillar te recomiendo que estés delgadito y que las paredes no sean muy anchas.
Para que después no me digáis que os he engañado tengo que puntualizar que esto es un fenómeno probabilístico en esencia, así que hazlo bajo tu responsabilidad, posiblemente no te salga. Mi recomendación si te empeñas en seguir este método de escape es que colisiones tantas veces como puedas con la pared y confíes en que en una de estas aparecerás al otro lado. Procura hacerlo rápido.
Si este método no funciona, no te preocupes. Por un lado tu cómplice de fechoría amatoria no volverá a llamarte al verte darte trompazos contra una pared como si estuvieras ido de la cabeza. Por otro lado, será más difícil explicarle a la persona agraviada qué hace alguien desnudo chocando repetidamente contra una pared que la injuria evidente.
Sección: Sinceramente…
No confiéis en lo que lleve la palabreja cuántica asociada. La cuántica es lo que es, una rama de la física que estudia fenómenos bien definidos y que sí, es sorprendente, loca y maravillosa, pero no vale más que para lo que vale. Al menos, hoy la chorrada del sexo cuántico nos ha servido para hablar de cuántica.
Y sí, yo sigo siendo un clásico.
Nos seguimos leyendo…
JotDown.es

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