Caimanes en Vila Amizade |
Los residentes de una favela de Río de Janeiro desafían cada día a los caimanes que holgazanean en las aguas inmundas de un canal para obtener agua potable de una tubería de la Compañía Estatal de Aguas.
"Con la sequía, a menudo falta agua y la gente viene aquí para abastecerse. Para ello deben distraer a los caimanes arrojándoles comida", explica a la AFP Alessandra dos Santos, de 43 años, residente de la favela Vila Amizade, que linda el canal.
Esta escena se ha vuelto casi cotidiana en el barrio de Recreio dos Bandeirantes, en el oeste de Río, desde donde no muy lejos se divisan las obras en construcción de las instalaciones deportivas para los Juegos Olímpicos de 2016.
Todo el sureste de Brasil sufre actualmente de una grave sequía, con niveles de agua históricamente bajos en las presas.
Es cierto que la situación es más grave en Sao Paulo, pero la compañía de Aguas de Río de Janeiro, Cedae, "aunque no lo diga, raciona a veces el agua en las favelas antes de hacerlo en las zonas residenciales", afirma a la AFP Marcos Conti, vicepresidente de Vila Amizade, en donde viven más de 5.000 personas.
En la entrada de esta favela, al borde de una carretera, los habitantes fabricaron conexiones clandestinas de agua en la principal canalización de la Cedae.
Este lugar es conocido como "bica dos jacarés" ("el grifo de los caimanes", NDLR). La enorme tubería de la Cedae pasa justo por encima de un estrecho canal que se ha convertido en un alcantarillado lleno de caimanes, llamados "jacarés" en Brasil.
Los reptiles vienen de la lagunas y pantanos del parque ecológico "Chico Mendes", ubicado detrás de la favela. "Ya se han comido a un gato y arrancado la pata de un perro", cuenta Alessandra.
"Cuando llueve tenemos miedo porque a veces el agua se desborda y tenemos que empujar a los caimanes al agua con palos", afirma Luciane de Oliveira, de 36 años.
Claus Gordes, un ingeniero jubilado que vive desde hace 18 años del otro lado de la carretera en una residencia acomodada - donde el agua no falta - cuenta que ha asistido "a la degradación del barrio".
"Antes, aquí todo era bosque y pantanos, y ahora se ha convertido en una favela que se fue alzando sin ninguna infraestructura de agua y alcantarillado", se lamenta.
"Aquí la gente vive 'en la mierda', en medio de los mosquitos y los caimanes, en condiciones totalmente insalubres e inhumanas", dice indignado el biólogo Ricardo Freitas Filho, coordinador del "Instituto Jacaré".
"Es la realidad de Río de Janeiro, la 'maravillosa ciudad' de los Juegos Olímpicos", añade irónicamente. Ricardo estudia desde hace 12 años a estos caimanes en peligro de extinción, "Jacaré-do-papo-amarelo" (Caimanes latirostris), que viven en promedio 70 años.
Desde 2005, ha contabilizado más de 500 caimanes en la contaminada laguna del parque y envía un informe trimestral a las autoridades. "Pero ni la alcaldía ni la Cedae actúan para descontaminar las aguas del parque", asegura.
"La planta de tratamiento de agua local Cedae es pura fachada. No tiene la capacidad suficiente para tratar todas las aguas residuales", dice el biólogo. Además, subraya, que Recreio dos Bandeirantes ha experimentado un crecimiento inmobiliario de 300% en los últimos cinco años en vista de los Juegos Olímpicos.
"He identificado 13 salidas clandestinas de aguas residuales en el parque y la mayoría proviene justamente de la Cedae", denuncia el biólogo, que lleva el mismo sombrero del personaje de la película "Cocodrilo Dundee".
Según él, la laguna de los Tachas, de donde provienen los caimanes, ya no tiene oxigeno y el único pez que resiste es una especie que respira fuera del agua.
"En su búsqueda de un medio natural más favorable, el caimán es visto a veces en el borde del mar, o más frecuentemente en plena ciudad", explica el biólogo, que augura la desaparición de esta especie.
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