La hemoglobina es la proteína más destacada de los glóbulos rojos. Transporta oxígeno y otros gases a bordo de estas células, que circulan por el cuerpo de casi todos los vertebrados. Menos conocida es su presencia en los vegetales, como en la remolacha azucarera, en la cual Nélida Leiva-Eriksson la ha descubierto hace poco mientras trabajaba en su tesis doctoral en la Universidad de Lund. En realidad, muchas plantas terrestres, desde la cebada hasta los tomates, la contienen, asegura Raúl Arredondo-Peter, experto en la evolución de las hemoglobinas vegetales (o leghemoglobinas) de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. «Las hemoglobinas son proteínas muy antiguas», señala. Se descubrieron por primera vez en los brillantes nódulos rojos de las raíces de la soja en 1939, pero se ignora todavía la función que desempeñan en la mayoría de las plantas. Existe la idea de que captan óxido nítrico y lo distribuyen a las células, como parte de las señales que regulan el crecimiento.
Los investigadores están examinando las posibles aplicaciones de las leghemoglobinas. Robert Hill, biólogo vegetal de la Universidad de Manitoba, ha descubierto que la alfalfa modificada genéticamente para producir más de estas proteínas eleva del 20 al 80 por ciento la supervivencia de cultivos anegados. Las hemoglobinas vegetales podrían servir incluso como sustitutas de la sangre humana, una idea que Arredondo-Peter considera concebible pero lejana porque no transportan ni liberan el oxígeno con la misma velocidad que las humanas. O podrían ser aprovechadas para engañar a nuestros sentidos: bromatólogos de la Universidad Stanford experimentan con su introducción en hamburguesas vegetales para dotarlas de un sabor similar al de un filete jugoso.
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