martes, 17 de febrero de 2015

Química y alquimia erótica, ¿perfumarse para el amor?

La publicidad no deja de incentivarnos para usar desodorantes que “borren” nuestro olor corporal y seducir mejor a nuestra pareja. Al mismo tiempo, se multiplican los estudios que muestran la importancia de las “feromonas” sobre el sex-appeal. ¿Qué debemos creer?



Ciertamente, el olor corporal del otro puede ser fuente de deseo, ¡siempre y cuando no huela tan mal como para provocarnos el efecto contrario! ¿Cómo encontrar el punto justo entre la atracción instintiva y las repulsiones conscientes?

Un cuerpo que huele

A través del estudio de las feromonas, se ha puesto de manifiesto la relación entre la atracción sexual y los olores, a fin de reconocer la función del olfato en la vida afectiva humana. Hasta hace poco, esta función parecía estrictamente reservada a los animales. Los olores corporales habían sido identificados desde hace mucho por Kent, uno de los fundadores de la homeopatía: agrio, fétido, olor a queso, a maíz pasado, a fiera, a moho, nauseabundo, pútrido, rancio, amargo, especiado, a huevos podridos, agridulce, etc. ¿Cómo imaginar que esos olores, a menudo desagradables, podrían influir positivamente en las relaciones humanas? Ahora bien, el doctor Alan Hirsch, neurólogo, ha destacado una relación entre la pérdida del olfato y la disminución del deseo sexual; también ha constatado que la sensibilidad de las mujeres en el momento de la ovulación, cuando son sexualmente más receptivas, se multiplica por diez. También sostiene que, en la menopausia, las mujeres que no reciben tratamiento de estrógenos ven su capacidad olfativa disminuida. De este modo, se constata la interacción entre la producción hormonal y las facultades olfativas del ser humano.

Naturaleza y cultura: olores desagradables

¿Quién no recuerda esos vestuarios infestados del fuerte olor a adolescentes, ya fuese el de las chicas o el de los chicos? En la pubertad, los olores corporales suelen ser muy pronunciados, sobre todo porque los adolescentes aún no han adaptado su higiene a su nuevo cuerpo. De hecho, es precisamente a esa edad cuando se empiezan a utilizar productos que borran los olores del cuerpo, para así reemplazarlos por olores sintéticos, a veces invasivos. Puede comprenderse la preocupación de cada uno en la vida cotidiana por hacer desaparecer las fragancias íntimas. Las normas sociales incentivan además este uso; pero es también una manera de rechazar la parte animal de la naturaleza humana en pro de una escalada cultural cada vez más sofisticada. La elección de un perfume debería pues hacerse en función de su fuerte aroma y de su capacidad de borrar otros olores, pero resaltando el olor propio del individuo que lo utiliza.

Perfumes naturales, perfumes artificiales

Los perfumeros, gracias al conocimiento instintivo del papel de las feromonas, han utilizado durante mucho tiempo el almizcle, extraído de las secreciones de un cérvido macho, para elaborar aromas; actualmente ha sido reemplazado por aromas sintéticos y no produce efectos afrodisiacos.
Los perfumes, incluso los de lujo, los jabones o las lociones corporales anulan el papel de las feromonas; en un encuentro amoroso, debería intentarse usarlos moderadamente, pues sólo los olores corporales, a través de una particular comunicación, revelan los estados emocionales de cada uno. Frente a una persona que nos atrae, nuestro olor natural tranquiliza y calma al otro, mientras que el perfume artificial impide la circulación del mensaje amoroso olfativo. Ciertamente, el enamorado aprecia descubrir un olor familiar, incluso agregado, porque es sinónimo de la presencia de la persona amada o porque lo lleva a evocar el recuerdo. Pero en el “mecanismo” amoroso inconsciente, nada puede sustituir al olor natural del cuerpo para suscitar el deseo sexual.

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